Erbil (cuento breve)

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De Erbil se decía que la habitación del hospital donde pasó los primeros días de su vida tenía una vista al mar maravillosa. La mayoría lo trataba de raro cuando decía que ir a ver el mar lo hacía feliz. Por eso, cuando era niño, Erbil se pasaba muchas tardes en el puerto, sentado a un lado en las conversaciones de los pescadores y los marineros veteranos que contaban sus historias de mar. Sentía que esa gente tenía algo que no tenía el resto de la gente común. Y eso le gustaba. Los demás chicos lo trataban de loco cuando, con 15 años, Erbil dejó de ir a jugar al fútbol. Fue cuando empezó a salir al mar con algunos de los jóvenes pescadores que salían a navegar por las cercanías. Cuando se hizo mayor, siempre contaba lo que para él había significado cuando cada uno de sus amigos lo llevaban a observar durante horas un lugar de la costa. A compartir con él su “lugar en el mundo”. Empezó a vivir del mar con 21 años. Durante años salió a faenar con toda esa gente del puerto, y más adelante incluso en flotas de otros países. Sobrevivió a épocas duras, pero siempre tuvo eso que a él lo hacía más feliz, ir a mirar el mar. Llegó a tener sus propios barcos pesqueros, incluso llegó a dar trabajo en sus tripulaciones a aquellos jóvenes que le habían llevado en sus rutas. Sus últimos días los pasó en el mismo puerto donde había pasado su infancia, en este caso siendo él quien contaba a los más jóvenes sus historias y llevándoles a ver aquella vista en la zona del hospital, su “lugar en el mundo”.

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